El lienzo se prepara mediante la imprimación, para evitar que la pintura al óleo entrase en contacto directo con las fibras del lienzo, lo que haría que el lienzo se deteriorase. Básicamente, se trata de aplicar sucesivas capas de productos químicos (cola, glicerina, óxido de cinc, etc.) hasta llegar a tener una superficie lisa y generalmente blanca sobre la que aplicar la pintura, generalmente, óleo. Una imprimación tradicional de creta se compone de carbonato de plomo y aceite de linaza, aplicado sobre un fondo de cola de piel de conejo; una variación, usando pigmento blanco de titanio y carbonato cálcico es bastante quebradizo y tendente a cuartearse. La pintura de plomo es venenosa, así que ha de manejarse con cuidado. Actualmente están disponibles imprimaciones más flexibles y alternativas, siendo la más popular pintura de látex sintético compuesto de dióxido de titanio y carbonato cálcico, unidos con una emulsión termo-plástica. Existen en el mercado pequeños lienzos preparados que están pegados a un cartón, si bien están disponibles solo en determinados tamaños y no están libres de ácido, por lo que su vida es extremadamente limitada. Se usan normalmente para rápidos estudios o bocetos. También están disponibles lienzos ya con imprimación y sobre bastidor, que son adecuados para todos los pintores salvo los más profesionales. Están disponibles en una variedad de dimensiones y pesos. Están preparados con dos o tres capas de imprimación y pueden usarse nada más sacarlos del paquete. Los artistas que desean un mayor control de su soporte a menudo le añaden una capa o dos de su imprimación favorita. Los artistas profesionales que desean trabajar sobre lienzo pueden preparar su propia tela a la manera tradicional. Una de las diferencias más marcadas entre las técnicas de pintura modernas y las de los maestros flamencos y holandeses radica en la preparación del lienzo. Las técnicas modernas, aprovechan tanto la textura del lienzo como la de la propia pintura. Un artista novel a menudo encuentra casi imposible lograr el realismo del arte clásico, a pesar de la habilidad a la hora de aplicar la pintura. De hecho, los maestros renacentistas extremaban las precauciones para asegurar que nada de la textura del lienzo se evidenciara. Esto requería un proceso concienzudo, que duraba meses, de ir poniendo capas sobre el lienzo crudo con, normalmente, pintura blanca de plomo, luego pulían la superficie, y luego repetían el proceso. El producto final se parecía muy poco a un tejido, y en su lugar tenía un acabado brillante, como un esmalte. Aunque esto puede parecer exagerado para el pintor moderno, es crucial si lo que se pretende es lograr un realismo fotográfico. Con un lienzo adecuadamente preparado, el pintor encontrará que cada capa posterior de color se desliza por la superficie de manera mantecosa, y que con la consistencia adecuada de aplicación (técnica grasa en lugar de magra), se puede lograr una pintura en la que las pinceladas están totalmente ausentes. Para eliminar las arrugas del material, se usa una plancha templada, no caliente, sobre una pieza de algodón húmedo, aunque el agua caliente en la parte posterior también funciona. Los lienzos también pueden ser impresos digitalmente para crear láminas sobre lienzo. Después de la impresión, el lienzo puede colocarse en un bastidor para su exhibición.